domingo, 9 de octubre de 2011

La reflexión imaginativa orientada hacia el mundo invisible

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La temprana muerte de Sophie, el primer amor de Novalis, hace que el poeta emprenda a partir de entonces el camino de regreso hacia lo divino, buscando hallar el misterio absoluto de las cosas a través de la poesía.
Durante tres años la entrada al palacio de Grüningen embriagó el corazón del poeta de la felicidad más absoluta al dirigirse al encuentro de su amada, hasta que un triste día la cuna que mece los sueños de amor del poeta se transforma en la tumba donde yace su Sophie, privada de la vida con tan solo 15 años por culpa de la tuberculosis que venció a su frágil cuerpo.
A partir de entonces el poeta se siente en completa soledad, experimentando el mayor dolor con la única compañía de un frío mortal que separa al alma de todo deseo, y rompe los hilos con el mundo para consumirse desesperadamente a sí mismo, pero sabiendo que todo lo que se ama permanece en el individuo y que estamos en soledad con todo lo que amamos.
En uno de sus días de tristeza por la muerte de su amada, el poeta va a experimentar que Sophie va a convertirse en la guía que media entre la vida y la muerte, entre la luz y la sombra, mediadora que le abre el camino hacia un mundo invisible, como bien expresa el canto III de sus himnos a la noche:
Antaño,
Cuando yo derramaba amargas lágrimas;
Cuando, disuelto en dolor, se desvanecía mi esperanza;
Cuando estaba en la estéril colina,
Que, en angosto y obscuro lugar albergaba la imagen de mí
-Solo, como jamás estuvo nunca un solitario,
Hostigado por un miedo indecible-
Sin fuerzas, pensamiento de la materia solo.
Cuando entonces buscaba auxilio por un lado y por otro
-Avanzar no podía, retroceder tampoco-
Y un anhelo infinito me ataba a la vida apagada que huía:
Entonces, de horizontes lejanos azules
-De las cimas de mi antigua beatitud-,
Llegó un escalofrío de crepúsculo,
Y, de repente, se rompió el vínculo del nacimiento,
Se rompieron las cadenas de la Luz.
Huyó la maravilla de la Tierra, y huyó con ella mi tristeza
-La melancolía se fundió en un mundo nuevo, insondable
Ebriedad de la noche, sueño del Cielo-,
Tú viniste sobre mí,
El paisaje se fue levantando dulcemente;
Sobre el paisaje, suspendido en el aire, flotaba mi espíritu,
Libre de ataduras, nacido de nuevo.
En nube de polvo se convirtió la colina,
A través de la nube vi los rasgos glorificados de la Amada
-En sus ojos descansaba la eternidad-.
Cogí sus manos y las lágrimas se hicieron un vínculo
Centelleante, indestructible.
Pasaron milenios huyendo a la lejanía, como huracanes.
Apoyado en su hombro lloré;
Lloré lágrimas de encanto para la nueva vida.
-Fue el primero, el único Sueño-
Y desde entonces,
Desde entonces solo,
Siento una fe eterna, una inmutable confianza en el Cielo de la Noche,
Y en la Luz de este Cielo: la Amada.