miércoles, 25 de mayo de 2011

Stefan Zweig y Carta de una desconocida

Stefan Zweig  http://www.stefanzweig.eu/wp-content/gallery/stefan/40stefan_zweig01.jpg


Rosas blancas http://www.2flores.com/arrangements/medium/2849.jpg

Se podría decir que Carta de una desconocida es la historia de un amor unilateral: el amor que siente una mujer por un novelista desde su más tierna adolescencia hasta su muerte. A lo largo de todo este proceso ella mantiene su llama de amor viva y eterna, resistiendo el paso del tiempo y el perpetuo olvido con el que le corresponde el objeto de su amor, quedándole finalmente a uno la aguda certeza de que su amor seguirá siendo constante incluso más allá de la muerte.
Se podría decir que ella es una persona olvidada de sí misma, anulada de su propia vida, sin saber qué sitio ocupa en el mundo, y autosometida en todo momento a la vida de la persona que ama, hasta llegar a parecernos un espejo donde se refleja continuamente la vida de su amor.
En los breves encuentros que mantendrán a lo largo de la vida ella intentará que él la acabe reconociendo a través de sutiles pistas como las flores que ella por cada cumpleaños le envía sin que él sepa de qué mano procede; o bien a través de la mirada concentrada en la que asoma su alma a ver si él es capaz de leer su mensaje de amor puro e irreductible; pero él nunca podrá reconocerla porque no siente amor, sino el deseo fugaz de un cuerpo.
Ella se decide a escribir la carta porque el hijo que ambos tuvieron en uno de sus encuentros falleció, y ella está también muriéndose. Quizá la carta represente el último intento desesperado porque él la acabe reconociendo, la despedida de la vida dejando escrito su testamento de amor. Cuando él lee la prolija carta la acaba reconociendo como una vaga figura a lo largo de la vida (ni siquiera puede formarse su representación exacta). Es la narración de la vida de ella desde que por vez primera lo vio en su adolescencia hasta los instantes previos a su muerte, una vida que es en definitiva la de él, la de la fuerza del amor que irremediablemente choca contra el muro en el que no existen sentimientos correspondidos. Es lógico que él acabe vagamente reconociéndola a través de una carta, es decir, a través de las palabras. De nada sirve cuando se ama y no se es correspondido que la otra persona averigüe por su cuenta el secreto si no se hace público, si no es transferido por las palabras. Las formas indirectas terminan siendo esfuerzos vanos.

Se podría criticar de ella que olvidó vivir su propia vida, que ningún ser humano debe autosometerse de esa forma a otro y que nadie en el mundo merece ese grado de entrega. Pero ella fue capaz de amar, y amar es vivir. Si hacemos caso a las palabras de Adam Jackson: “Cuando llegues al final de tu vida, lo único que contará será el amor que hayas dado y recibido. En tu viaje al otro mundo, lo único que te llevarás contigo es amor, y lo único de valor que dejarás atrás es amor”. Ella dio amor en su vida, y aunque nunca recibiera el amor que más le interesaba, en cambio recibió el cariño de muchas otras personas. El novelista, sin embargo, llevaba una vida tan solitaria que cuando tenía que disfrutar de los placeres los hacía sin ponerle ese sentimiento y afectividad que solo sabe poner el amor. Vivía tan solo que era incapaz de sentir ningún tipo de emoción cuando por casualidad se percataba en el periódico de que era el día de su cumpleaños. Se encuentra tan solo en la vida que en el momento en el que es consciente por vez primera tras leer la carta de que alguien ha sido capaz de amarle de esa forma, mira hacia el jarrón donde todos los años por su cumpleaños tenía siempre rosas blancas (el símbolo de la pureza, el encanto y la discreción encarnados perfectamente en la persona que lo ama), y ve que ya no hay nada, que por lo tanto ya nadie le recuerda, y siente el frío del abandono por vez primera y el vuelo invisible como una lejana melodía de la vida que desprendió la persona que lo amaba, de la vida cuya esencia última se escapa de la carta buscando su rincón en el cielo para permanecer eternamente más allá de la muerte.
Si ella fue capaz de que su amor en vida, zaherido por su falta de reconocimiento, se mantuviera siempre en pie, imperturbable, y permaneciera más allá de la muerte en un lugar donde nada le podrá perjudicar, otro tanto se puede decir del escritor de esta novela: Stefan Zweig.
Zweig decidió un triste día, concretamente el 22 de febrero de 1942, bajarse del tren de la vida. Las alas de su sueño de una Europa unida por la humanidad fueron cortadas por la pesadilla de las dos guerras mundiales. Su fe en la humanidad y en la libertad personal del individuo se rompió a la vez que la vieja y culta Europa se moría, y decidió buscar un nuevo amanecer en otro sitio, un sitio donde al amor se le rindiera pleitesía. Su espíritu sensible nunca pudo armonizar con la barbarie, y por eso, seguramente, el amor que sentía por lo humano pululará también inmaculado por el cielo.





 





































































 

2 comentarios:

  1. ¡Muy buen aporte!. ¡Es una historia fantástica llena de amor, desamor, ilusiones... las más bellas y a la vez tristes emociones que puede experimentar una mujer. No puedes dejar de llorar desde la primera hasta la última página. Es como si, a veces, narrara la historia de un viejo amor, los sinsabores que vives por la persona que amas y visualizar lo que una chica por amor es capaz. Una obra tan delicada, tan sublime... ¡una auténtica delicia!
    La amé desde el primer momento en que leí su reseña y en cuanto lo hallé me dispuse a leerlo y en una hora... Voilá! Acabé con los ojos hinchados, con una caja menos de pañuelos y un nudo en mi garganta y estómago.
    Me identifiqué profundamente con el personaje, ya que sentí que ahora y en un futuro estoy-estaré viviendo una historia así, claro a excepción de la muerte del niño y la prostitución. Comprendo perfectamente a la dama, porque vi reflejado el amor que tengo, pero de igual manera la persona vive tan encismada y cerrada en su vida, que aunque ya lo sabe, parece como si jamás me hubiese atrevido a decirlo y, mucho menos que recuerde haberme conocido. A veces, a medida que lo leía caía en los errores que había cometido y sentía como me enrojecía la cara y consigo la terrible sensación de pena y arrepentimiento.
    Es mi primera lectura que leí de Stefan Zweig y, desde entonces vivo enamorada terriblemente de él y, por supuesto de sus libros.
    Siempre he pensado que los escritores y músicos tienen una sensibilidad y creatividad celestial; están dotados de una dosis extra de encanto que les permite dejar su de vida y corazón en cada cosa que hacen, tocan y escriben; pero muy especialmente Stefan contenía en su naturaleza el don de encarnar perfectamente los sentimientos y psicología femenina; para dotarlos de un halo de misterio y melancolía; sin dejar de mencionar los demás personajes que cada uno de ellos es como si representaran los temores y emociones reprimidas de Zweig.
    Tenía los sentimientos a flor de piel, cada palabra, cada acción que describe la desconocida me hacía sentirme en su papel y a través de mi mente imaginar cada hecho, además de que por cada narrativa me acordaba de canciones que, perfectamente podrían quedar como tema de fondo o relatar la historia.
    De las versiones cinematográficas me quedo con la de "Letter from an unknown woman" de Louis Jordán, guapísimo, melancólico (representa bastante bien mi idea y estereotipo que tengo de un pianista) y Joan Fontaine, con esa mirada, ese rostro tan expresivo...
    Un verdadero deleite leer a Stefan Zweig.
    Su prosa tan elegante, sin recargarla de sentimentalismos, equilibrando cada momento-acción; es como si cada historia se basase en un hecho real, que pudo vivirse en siglo XVIII y, aunque suene inconcebible, también en el presente. Muy humanista y realista, obras verdaderamente auténticas.
    Me llevo de él lo complicado que es darle a cada personaje sentimientos, ideas, psicología, es como un hijo que llevas dentro de ti y lo desentrañaras, un verdadero placer...
    ¡Mi admiración y respeto al Señor Zweig!
    ¡Larga vida a sus obras!

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    1. !Muchas gracias por tus palabras, Leticia! Es una historia en la que Zweig retrata la fuerza devastadora del amor hasta sus últimas consecuencias; y parafraseando a Quevedo es un amor que dejará el cuerpo con la muerte y será polvo enamorado. Se podría hacer un símil con la propia vida de Zweig, que amó a la vieja y culta Europa con toda su alma hasta que las dos guerras mundiales le quitaron sus esperanzas y decidió abrazarse a la muerte. Es, en definitiva, un amor que se puede extrapolar a cualquier ser humano que sepa amar y que tenga un mínimo de sensibilidad.
      Me gustó muchísimo (aunque nada haya igual que el propio libro) la película del director Max Ophüls a la que haces referencia, con el melancólico Louis Jordan y el rostro dulce y la elegancia de Joan Fontaine, también mágica y elegante en la hermosa película Rebeca, y tan dulce y elegante como su hermana Olivia de Havilland. Volviendo a Max Ophüls, también dirigió una buena película de referente literario con el Werther de Goethe, aunque esta película es muy difícil de conseguir.
      Me alegro de que te guste tanto Zweig. Pienso que tanto las obras como los escritores que amamos perduran en los corazones en tiempo presente. Espero que te deleitase también su gran obra: El mundo de ayer. Memorias de un europeo, en la que habla con nostalgia de la vieja Europa. Un abrazo.

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